lunes, 19 de noviembre de 2018

Y AHORA... ¿QUÉ HACEMOS?

Muchas familias deciden que uno de los dos progenitores se quede con el hijo/a para disfrutar de los primeros años y no escolarizarlo hasta los 3 años. Es una decisión muy personal y seguramente muy acertada para generar un potente vínculo de apego, pero en ocasiones se preguntan:

¿Qué les pasa a los niños/as? ¿Por qué parece que no está contento/a conmigo si estoy con él/ella? No se despega de mí, parece que... ¡le molestan los demás!

No es para tanto... es un proceso lógico por el que pasan los niños/as y que debemos atender con calma y tratando de averiguar qué necesitan.

Cerca de los dos años se produce un cambio importante en los niños/as, se empiezan a reconocer como personas independientes, ya consiguen motóricamente estar donde quieren, saben expresar lo que necesitan y esperan una respuesta inmediata y positiva del adulto. ¡¡¡Y por eso las rabietas!!!

Estas no son más que una expresión de disconformidad con lo que sucede y una clara manifestación de lo quieren hacer.... pero no quiere decir que cedamos y hagan lo que quieren, al contrario, son oportunidades que tiene la familia para enseñar habilidades emocionales que les ayudarán a alcanzar la madurez.

En este sentido, la escolarización puede ayudar a los niños/as a que se establezcan los patrones adecuados y aprendan las herramientas necesarias para manejarse emocionalmente, ya que estar con los iguales beneficia mucho en este proceso. En el aula, el educador/a colaborará en esta identificación y gestión de las emociones, con todos por igual, sin que los niños/as utilicen la rabieta como la forma de conseguirlo todo, si no que poco a poco aprenderá a pedir las cosas, a esperar y a entender que no es no.

Si desde casa el enfoque es el mismo la evolución será rápida y coherente y como decía Nelson Mandela:
“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.”

Natalia Torres Thomas
Pedagoga y Maestra de Educación Infantil



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