viernes, 29 de septiembre de 2017

Emociones

La sociedad actual, la sociedad del "me gusta", del Instagram, de la imagen, no empuja sin remedio a un escaparate en el que todos y todas debemos o tenemos que ser felices.
Lo llaman dictadura de la felicidad.

Publicamos fotos en redes sociales en las que siempre sonreímos y mostramos al mundo una (ínfima) parte en la que todo es perfecto. 

Pero muy pocas personas dejan ver lo que hay detrás de las cámaras. 

Ésto es algo que ha sucedido mucho también en la infancia, con una especial carga en las niñas.

Cuando sucede algo, y ese algo hace que los niños y niñas se enfaden, lloren o griten, y no sólo rabietas, si no cualquier muestra de emoción que no sea la sonrisa, se corta automáticamente: "no llores, que te pones muy fea" o "no te enfades (que te pones muy fea)"... Ésas y más, son expresiones muy comunes entre los adultos, que impiden a la infancia desarrollar su personalidad y expresar lo que les está pasando.

"Nuestra compañera está triste, ¿cómo podemos ayudarla?"... ¿ no parece más apetecible ésto que un "no llores"?

Las emociones y sentimientos que nos hacen sentir tristes, nos enfadan, etc. incomodan. Pero incomodan al resto, a quienes están alrededor, por eso prefieren estar siempre rodeados de sonrisas. Sin embargo, la vida está llena de momentos para reír y para llorar, para enfadarse, para gritar, para patalear...

Es necesario permitir (nos) sentir, porque no hay emociones negativas, hay emociones que nos pueden hacer sentir mejor o peor, pero todas son necesarias, todas tienen una enseñanza detrás, y es ahí donde reside la importancia de las emociones, de la inteligencia emocional, pues nos dotan de experiencias para el futuro, de reacciones, de vivencias que podrán ayudarnos en el día de mañana.

Si durante la infancia no se nos permite enfadarnos, ¿cómo vamos a aprender a gestionar el enfado cuando seamos adultos? si no se nos permite estar tristes, ¿cómo gestionaremos, por ejemplo, el duelo?. Que nuestro alumnado sienta es bueno, en deseable y necesario, y debemos valorarlo de forma positiva, y ayudarles a gestionar esas emociones, a transformar su dolor, su tristeza, en algo productivo, en algo que les valga para su vida: " estás enfadada, de acuerdo, puedes llorar, eso sí, el estar enfadada no es un permiso para hacer daño a otras personas" , "Estás triste...vamos a averiguar por qué", "Nuestra compañera está triste, ¿cómo podemos ayudarla?"... ¿ no parece más apetecible ésto que un "no llores"?

La vida no es Instagram, la vida es mucho más, y hay que vivirla, y quizás, podríamos empezar por poner fotos de nuestras lágrimas, de nuestras frustraciones, de nuestros enfados, para recordarnos que la vida es todo eso y mucho más. Y todo importa. 

Adela Martín López
Coordinadora de Proyectos Cero6

lunes, 18 de septiembre de 2017

Sigue viva una pólemica que no debería existir: el eterno debate de la relación escuela- familias.

Digo que sigue viva la polémica, porque seguimos escuchando, viviendo y participando de las discusiones que se generan alrededor: ¿deben las familias entrar al aula?¿nos sentimos los equipos docentes cuestionados cuando entran? ¿son las familias elementos que ayudan o más bien, al contrario? ¿alas o anclas?

Las familias, son el eje fundamental de la infancia, niños y niñas viven con sus familias y, desde las múltiples familias que hay en nuestra sociedad, se educa de múltiples maneras. Además, también hay distintos tipos de docencia, por lo que la diversidad no debería suponer un escollo. Más bien al contrario, podríamos sumar fuerzas para poder intentar hacerlo, todos y todas, mejor.



No deberíamos verlo como una invasión por parte de las familias a nuestra escuela, ni las familias deberían sentir esa invasión por parte de los maestros y maestras de sus hijos e hijas. Quitarnos los complejos sería un primer paso para poder entendernos, porque asumamos un hecho: por el bien de los niños y niñas, estamos "condenados/as" a entendernos. 

Este entendimiento tiene que pasar por una confianza de ambas partes, sabiendo que todo lo que hacemos, en casa y en la escuela, es por el bien de el alumnado, y tiene que pasar también, por un proceso de escucha activa y cooperación, en el que todas las partes se sientan escuchadas, tenidas en cuenta, y guiadas en el proceso cuando sea necesario.

El profesorado, se encuentra en un plano distinto al de la familia, y no por ello, ha de estar por encima, ni por debajo. La familia debe escuchar con respeto las opiniones y las formas de hacer de los y las profesionales que están con sus hijos, pero por otro lado, el profesorado, ha de escuchar también, con el mismo respeto, a las familias, el contexto en el que viven, y dejarlas participar en la educación de los niños y niñas.

En mi experiencia en aula, tanto en infantil como en primaria, he tenido la oportunidad de que las familias vinieran a mis clases y suele ser un momento bonito, de unión, de convivencia, algo tan necesario en estos tiempos. Conocernos, cuidarnos, querernos... todo ello sirve para crear un mejor ambiente, donde las relaciones son lo primero y se convierten en la base del aprendizaje, puesto que un buen ambiente, genera confianza y propicia el aprendizaje.  

Ponernos en común, todos y todas, puede ser un paso para mejorar la educación. Sólo uno, desde luego, pero no perdemos nada intentándolo. 

Adela Martín López
Coordinadora de Proyectos Cero6
http://ademarloteacher.blogspot.com.es/

lunes, 4 de septiembre de 2017

Momentos de cambio…

Vivimos sumergidos en tiempos donde la prisa y la crítica hacia la diferencia reina en todos sus aspectos y donde la palabra humanidad muchas veces pierde todo su sentido…

Se dice que de la adversidad es de donde más se aprende, por lo que la sociedad en la que nos vemos inmersos se convierte en un momento propicio de transformación.

Las escuelas infantiles son instituciones al servicio de la vida que inicia, lugares donde se gesta parte de la formación de nuestro ser como individuos, donde no es de extrañar que educadores y maestros se pregunten cada vez más, cómo acompañar este momento de la maduración del ser humano para evitar el fracaso de la escuela.

En busca de esta humanidad comienzan a aflorar cada vez en más espacios, pedagogías paralelas a los principios de la vida y la naturaleza entre las que podemos mencionar a Pikler-Lóczy, Montessori, Waldorf, Reggio Emilia… Los valores de escucha, respeto y seguridad anclan toda una manera de hacer, donde el niño como ser único y con todo su potencial se convierte en el protagonista de su propio aprendizaje… cada uno en su tiempo, en su interés, en su momento… Una manera de cuidado hacia el Ser que es el niño para que el día de mañana pueda seguir transformando la sociedad hacia un mundo más sano y más humano…






Por todo ello, las escuelas Chiquitín Embajadores y el Naranjo, el Limonero, Arce, estas tres últimas pertenecientes al grupo Clece, han querido acercarse a estas pedagogías con el fin de poder incorporar para este curso escolar que empieza, nuevas prácticas que les permitan ofrecer al niño y a su familia un nuevo espacio para crecer, un espacio respetuoso con sus necesidades.

Educadora y Maestra de Infantil, especialista en “pedagogías del ser”
Psicomotricista en el ámbito educativo y terapéutico, especialista en Práctica Psicomotriz